EL ADIÓS Y LA LLEGADA AL TERCIO

El tren ya había lanzado al aire el silbido indicador de su marcha. La joven pareja que en el andén se estaban diciendo con la mirada lo que de palabra serían incapaces de expresar, se estremecieron ante el anuncio de la inmediata e inevitable despedida. Sus manos se desprendieron de las de ella y levantando la derecha apoyó suavemente la yema de sus dedos en la boca de su acompañante, siendo levemente acariciados, más que por un beso, por el suspiro limpio y refrescante de un alma.

No hubo despedidas, pues los espíritus elevados solo viven en el presente, ya que saben que el futuro es huerto cerrado al que solo tiene acceso la amorosa Providencia de Dios.

La llegada de nuevos incorporados siempre es un acontecimiento en los campamentos de Los Tercios. Lo mismo los jefes que los veteranos, reciben a los recién llegados como a hijos o hermanos pequeños muy queridos, al contrario de muchas madres desnaturalizadas que, con criminal acuerdo con sus maridos, matan en embrión a futuros soldados de Cristo.

El régimen de vida de este cuerpo especializado de la infantería española es muy duro; tiene unas características que, sin menosprecio a las de otros Cuerpos, le hace diferente a los demás. Su espíritu “es único y sin igual".

De la misma manera que las almas dedicadas a Dios, en el quehacer ordinario del mundo, son el brazo largo de la Iglesia que no reconocen otra paz que la de los muertos, pues continuamente están en la brecha, no para matar enemigos, sino para "poner a Cristo en la cumbre de todas las actividades humanas”, así La Legión es el brazo largo de la infantería que siempre está en acción para "demostrar qué pueblo es el más valiente".

De alpargatas; pantalones de caqui ceñidos y abiertos por abajo; camisa escotada, con las mangas arremangadas por encima del codo y el gorro ladeado hacia la derecha de sus cabezas, todas las mañanas, antes del amanecer, La Bandera se dirige al campo do deportes e instrucción, empezando el día con diversos movimientos de gimnasia para tiempo después, ya en ropa de campaña, comenzar la instrucción.

A los legionarios se les exige mucho y no es por capricho de los mandos -pues sus jefes y oficiales son los primeros en dar ejemplo de buen espíritu, fortaleza y abnegación- sino porque del recio y buen entrenamiento dependerá más tarde la eficacia en el campo de batalla.

Sus constituciones, que están recogidas en el Credo Legionario, son todo un poema de reciedumbre y virilidad. Si algún legionario no está dispuesto a hacerlas carne de su carne se labra su propio anonimato:

"Que la vida del hombre sobre la tierra es milicia, lo dijo Job hace muchos siglos.
-Todavía hay comodones que no se han enterado". (Camino, 306)

Es un espectáculo grato ver a estos hombres, sin distinción de clases ni razas, ejecutar movimientos llenos de gracia.

En sus marchas, bajo el implacable sol del desierto y ante la hiriente perspectiva de un paisaje desolador, sus voces en burla suprema al cansancio y sed ardiente que abrasa sus entrañas, parecen poner vida a la naturaleza muerta con canciones que son jirones desgarrados de sus existencias, palpitando en unas el desprecio hacia la vida:

"Soy un hombre a quien la suerte
hirió con zarpas de fiera..." (1)

En otras un espíritu de penitencia que les hará, libres:

"Soy valiente y leal legionario,
soy soldado de brava legión,
pesa en mi alma doliente calvario,
que en el fuego busca redención..." (2)

Y aquellas se refieren al abandono:

"Legionario, Legionario
que te entregas a luchar,
y al azar dejas tu suerte,
pues tu vida es un azar...'' (3)

La vida de campamento no es menos dura. En esa exigencia de una disciplina férrea reside un encanto sin igual, que súper sensibiliza al legionario haciéndole rico en virtudes humanas.

No es negativo, cuando en un desfile de La Bandera o del Tercio, ante un movimiento mal efectuado o una irregularidad que pueda romper la unidad del conjunto los Jefes dando una gran voz, ordenen el paso ligero. Al conjuro de esta orden la mano derecha aprieta fuertemente el arma mientras que la izquierda se dirige al correaje, cambiando el paso por un trote incomparablemente más bonito.., y más extenuante.

En La Legión nadie se queja, pues los que se alistan a ella es porque les da la gana y siendo conscientes de que van a dar y no a recibir compensaciones físicas.

"Jamás un legionario dirá que
está cansado hasta caer reventado” (4)

En esto y en muchas cosas más dan ciento y raya a esos católicos, que, enrolados en una milicia cuyo Capitán es Cristo, desertan por blandenguería, falta de espíritu de lucha o por servir a sus propios y mezquinos intereses particulares. A esos católicos que en justicia se les podría llamar "La Legión de los Cobardes", pues dieron y dan la espalda a la Vida con mayúscula porque prefirieron y prefieren el silencio del sepulcro al clamor universal de los hombres que esperan penetrar en el conocimiento de Cristo a través del testimonio de sus vidas.

"¿Te acuerdas? -Hacíamos tú y yo nuestra oración, cuando caía la tarde. Cerca se escuchaba el rumor del agua. -Y, en la quietud de la ciudad castellana, oíamos también voces distintas que hablaban en cien lenguas, gritándonos angustiosamente que aún no conocen a Cristo..."
(Camino, 811)


1. Himno “El  novio de la muerte”
2. “Himno de La Legión”
3. “Himno de La Legión”
4. Credo del Legionario

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